lunes, 29 de junio de 2009

BDSM GOURMET

Autora: anitaK[SW]

Terminó de colocar los últimos bocadillos sobre aquella espectacular bandeja cuando llamaron a la puerta. Era una noche muy especial porque había invitado a tres parejas a compartir una cena muy especial.

Antes de salir del comedor, dio una rápida mirada a su alrededor y dándose a sí mismo un gesto de aprobación, se dirigió a la puerta principal. Al flanquear la puerta, sonrió a sus huéspedes que esperaban para entrar.

-Buenas noches, sean bienvenidos a esta casa.

Comenzaron a entrar mientras eran discretamente estudiados por el anfitrión, que ya los conocía. La primera en ingresar fue Dómina Anaís que traía a su sumiso Ramiro caminando en cuatro patas, con la cadena atada al collar de su cuello y vestido con una brevísima prenda interior. En cambio la dama lucía un ajustado vestido rojo, largo y con un profundo tajo que dejaba ver su pierna derecha hasta casi llegar a la cadera. Unos zapatos rojos de tacón y guantes elastizados que llegaban hasta el antebrazo, hacían que una mujer que quizás en la calle no llamara la atención, se viera espectacular.

-Madame, gracias por aceptar mi invitación –dijo Shamael con un guiño- Te ves deliciosa querida. Adelante por favor.

Detrás de ella se presentó Pedro el Grande y su esclava katriushka. Vestido totalmente de negro, pantalón, camisa y zapatos del mismo color, apenas interrumpido por el brillo de la faja de seda, también negra. La esclava lucía una sencilla túnica blanca, corta y holgada, que contrastaba con su cabello negro y brillante. Llevaba muñecas y tobillos ataviados con sendas muñequeras y tobilleras de cuero, lista como para ser atada, pero hasta ese momento la única atadura que lucía era la cadena pendiente de su collar. Venía con su cabeza baja, dos pasos detrás de su Amo.

-Pedro, bienvenido, qué gusto tenerte por aquí –saludó atentamente con lo que quiso ser el bosquejo de una sonrisa en los labios de Shamael.- Ya conoces el castillo, así que pasa a tu casa.
-Gracias Shamael, siempre es un gusto venir aquí.

Un hombrón con cara de querubín barbado casi tapó la puerta de acceso. Debía medir cerca de los dos metros de altura, y su peso no era menos espectacular. También vestía de negro, pero traía su camisa arremangada casi hasta los codos, y el pecho se dejaba ver a través de los botones abiertos hasta debajo de las tetillas, Anillos, collares, tatuajes, piercings y una espectacular hebilla con sus iniciales, complementaban su vestuario. Don Rodrigo, tan impresionante en su entrada, era en realidad un novato con muchas ganas de aprender, y esta era su primera intervención en una cena BDSM. Su sumisa jimena, estaba asustada, atemorizada por no saber cómo se desarrollaría aquella noche donde debutaría en público como sumisa de su Señor. Ataviada con un mínimo taparrabos de cuero natural y un sostén del mismo material, entró enfundada en unas simples zapatillas que lucían encantadoras en sus diminutos pies.

-Don Rodrigo, me da mucho gusto que haya decidido venir. Pase…

Tras el último invitado, Shamael cerró la puerta y miró a sus huéspedes.

-Esta noche será muy especial para todos, al menos, es mi deseo que lo sea y que pasemos muy bien. Me gustaría que se sientan cómodos y distendidos. Ahora pasemos al comedor, allí les tengo una sorpresa.

Al entrar al recinto, una sonrisa de aprobación se dibujó en el rostro de los Dominantes: kajirasumi, la kajira de Shamael, se encontraba tendida sobre la mesa, totalmente desnuda, y encima de ella todo tipo de manjares.

No se le movía un músculo. Tenía el pelo recogido sobre su cabeza en un coqueto y pulcro moño; su cara se veía relajada; desde su cuello y hombros hacia los pechos, corrían tres hileras de diferentes quesos cortados en formas variadas; sobre los senos se había colocado salmón ahumado, formando a la altura de las aureolas y los pezones, una pequeña elevación donde se había situado dos recipientes con caviar. Sobre el estómago había varios tipos de panes y galletitas, y más abajo comenzaban las frutas; en el hueco entre el monte de Venus y la entrepierna, había un espectacular cuenco de vidrio de Murano, tallado exquisitamente, conteniendo chocolate líquido para mojar allí las frutas. Las piernas y brazos también sostenían otras delicias esperando ser consumidas.

Los Amos, sentándose alrededor de semejante bandeja viviente, comenzaron el festín, mientras los tres sumisos debidamente instruidos con anterioridad, servían las bebidas y reponían los alimentos.

La charla se hizo amena y distendida. Cada Dominante estaba pendiente de las actitudes y comportamiento de su sumiso, sin que por ello dejaran de disfrutar del estupendo banquete. Una vez concluida la cena, Shamael le pidió a los sumisos que terminaran de quitar los restos de comida de su kajira para que pudiera higienizarse y reunirse de inmediato con ellos. La orden no se hizo esperar y kajirasumi regresó a los pocos minutos vestida con una sencilla túnica blanca, semitransparente, y tomó su lugar junto al resto, en posición silknadu,

Con un solo gesto de su Amo, kajirasumi supo que era la hora del café. El anfitrión era muy estricto respecto a las bebidas alcohólicas en sus reuniones de BDSM, y jamás servía nada de alcohol. Refrescos, jugos naturales de todo tipo, agua, té de diferentes sabores y café.

El momento de las exhibiciones se acercaba y tanto Dominantes como sumisos estaban expectantes.

-Amigos, los invito a dejar el comedor y trasladarnos a la habitación que tengo preparada especialmente para nuestros gustos. Algunos de ustedes ya la conocen, y espero que sea del gusto de los demás. Síganme por favor.

La última habitación del corto pasillo tenía una puerta igual que las demás, pero estaba cerrada con doble llave.

-Esta habitación fue diseñada para gimnasio, pero yo la convertí en… una mazmorra –dijo mientras abría la puerta por completo.

Cuando se encendió la luz, la habitación se convirtió en el sueño de cualquier Amo: las paredes con una cruz de San Andrés, muchas cuerdas de algodón de diferentes grosores y tamaños, esposas, muñequeras, tobilleras, cadenas, instrumentos de Spanking colgados ordenadamente, un cepo, varias cadenas y ganchos para suspensión, un potro, una cama para torturas, y un par de placares con aparatos eléctricos, pinzas, velas, dildos, agujas, elementos medical y más. Todo estaba perfectamente ordenado y clasificado.

-Todo lo que ven aquí, estimados amigos, me ha llevado años reunirlo. Comencé con unas pocas cosas y lentamente le fui agregando más y más. Cuando compré esta casa, decidí desde el primer día que esta habitación haría las veces de mazmorra. Y lo he conseguido, aunque uno nunca está totalmente conforme y siempre se quiere más…

Los sumisos fueron situados en un rincón, y los Dominantes se acomodaron en unos enormes sillones mientras hablaban y alababan la magnifica mazmorra lograda por el anfitrión.

-Anaís… yo te invitaría a que hicieras la apertura “oficial” de esta exhibición –comentó Shamael con una suave sonrisa.
-Claro, será un placer… ramiro, ven aquí.

El esclavo obedeció la orden, y se presentó ante ella de pie, con la cabeza gacha.

-Pero… ¿Qué haces? ¿Estás intentando dejarme mal delante de otros Dominantes? ¿Desde cuándo te permito que tengas tu cabeza más alta que la mía? ¡Abajo perro!

El esclavo se tiró a sus pies, en cuatro patas, posición que la Dómina Anaís aprovechó para tomarlo como mueble y posar sus pies en la espalda del joven. La charla siguió animadamente, mientras que la Dómina se sentó sobre ramiro, y luego volvió al sofá para obligarlo a lamer sus botas , en tanto el joven se esforzaba por superarse a sí mismo. Cuando llegó el temido momento de los broches, Anaís lo ató a unos ganchos que había en la pared; juntó sus manos, las cruzó, y ató sus tobillos bien separados. Acto seguido, se fue hasta un bolso y regresó con un conjunto de broches… el dolor se reflejaba en el rostro del esclavo cuando luego de colocados en los pezones, comenzó con los testículos. A esa altura, la excitación de ramiro era notoria, así que quitando los broches y desatándolo, lo condujo hasta delante de una silla. Fue allí que vendó sus ojos, y haciendo que se colocara con su culo en pompa apoyando sus manos sobre la silla, tomó una fusta, la ofreció en silencio al resto de los Dominantes; Pedro la tomó y midiendo distancia, descargó el primer fustazo sobre las nalgas del esclavo.

Mientras era castigado por los demás, Dómina Anaís aprovechó para quitarse el vestido, quedando ataviada con un conjunto de short muy cavado, y un sostén que dejaba sus pechos al descubierto. Acto seguido, comenzó a colocarse un corsé con un falo de interesante tamaño y embadurnarlo con abundante gel. Al terminar, Shamael, quien era el verdugo en ese momento, entregó la fusta a su dueña.

Con la fusta en la mano, recorrió la espalda del esclavo y caminó a su alrededor, hasta quedar detrás de él.

-Has sido un buen perro esta noche –le dijo mientras introducía su mano en el cabello de su esclavo- así que te daré tu recompensa.

Con la fusta comenzó a golpear suavemente la entrepierna de ramiro, que comprendiendo de inmediato la muda señal, se abrió de piernas. La mano aún enguantada de la Dómina, comenzó a transitar las nalgas que le pertenecían y acercó el falo al ano del esclavo. Cuando éste sintió la penetración, tiró su cabeza hacia atrás.

-No te atrevas a moverte. Sé cuánto te gusta y ahora voy a hacerte gozar…

Lo que al comienzo fue una penetración lenta y suave, se fue convirtiendo de a poco en una dura y rítmica secuencia de embates, cada vez más potentes. La cara del esclavo era un himno al placer, y su pene henchido estaba a punto de estallar cuando la Dómina lo sacó de golpe, dejando a su propiedad en un enorme estado de excitación. Le quitó la venda y le ordenó retirarse junto al resto de los esclavos, orden que ramiro acató de inmediato, dirigiéndose al lugar con alguna dificultad al caminar. Su dueña lo miraba alejarse con una sonrisa de picardía dibujada en los labios.

-Tenemos esta noche una pareja muy joven y debutante, que se está fogueando en este tipo de reuniones –dijo el anfitrión de la noche, dirigiendo su mirada sobre Don Rodrigo- ¿Le gustaría ser el siguiente? Lo invito porque así no estará pendiente de ver cuándo es su turno y podrá gozar del resto de las exhibiciones sin ese pensamiento en su cabeza. Por supuesto que si prefiere no participar, no se sienta obligado a hacerlo.
-Muchas gracias, pero algo haremos –dijo el hombrón haciendo una seña a su sumisa para que se acercara, quien obedeció rápidamente.

Don Rodrigo, con la cadena de su sumisa en la mano, dirigiéndola con suaves tirones, se acercó a la silla que estaba en medio de la estancia y se sentó, quedando jimena sobre su costado derecho. Una vez acomodado, comenzó a quitarse los anillos y se los entregó a la joven, que con mucho cuidado los colocó encima de una mesa y regresó prestamente a su lugar. Fue entonces que el Amo tomó su mano y de un impulso la colocó sobre sus rodillas.

Las nalgadas comenzaron a caer sobre las pétreas redondeces de la joven. Cada nalgada movía con una gracia inigualable el trasero de jimena, que se iba tornando cada vez más rojo, y la exigua falda de cuero se iba levantando cada vez más, hasta dejar las nalgas totalmente al descubierto.

El Dominante tenía vasta experiencia en el Spanking por lo que estaba demostrando. Sin permitir que la sumisa dejara su posición, se inclinó levemente quitándole una de las zapatillas. Era con suela de plástico duro y con un taco que apenas sobresalía del resto de la suela. Don Rodrigo tomó el calzado por la parte posterior y lo movió en el aire, como para probarlo antes de descargar con fuerza el implemento sobre las desprotegidas y rosadas nalgas de la sumisa. Luego de unas decenas de azotes, unos casi inaudibles gemidos comenzaron a escucharse.

-Silencio –ordenó el gigantesco hombre- ponte de pie.

La sumisa acató la orden.

-Collaring, de pie –se escuchó decir de los labios del hombre. Entonces jimena inclinó su cabeza hacia delante y levantó los brazos juntando sus manos y dejando su rostro entre ellos. Se veía hermosa en esa posición y una mirada de amor y cuidado se escapó del rostro del joven Amo, pero fue sólo un segundo. Enseguida se colocó detrás de su pequeña jimena, y le quitó el sostén. Los senos de tamaño ideal, túrgidos, jóvenes, suaves y deseables se bambolearon entre los dedos del Amo, que mientras los acariciaba, aprovechaba a besar con ternura el cuello de su pareja. Las enormes manos hacían más pequeño aún el cuerpo de la sumisa, y la recorrían con la experiencia de quien transita un terreno conocido. Bajó hasta las caderas y con un par de movimientos quitó la parte inferior del vestuario: el pequeño taparrabos de piel natural.

La inexperta sumisa, de frente al resto de los dominantes, se ruborizó y trató de cubrir su monte de Venus.

-Las manos a los costados. Eso que tratas de cubrir es mío y quiero que lo enseñes. Date la vuelta y ábrete de piernas.

La mujer giró y miró a su Amo en busca de auxilio. Encontró en su mirada la fuerza para continuar con la orden recibida.

-Ahora agáchate y toma tus tobillos con las manos.

En esa pose quedaba con su sexo totalmente expuesto; lo llevaba depilado y con un aro atravesando su clítoris.

-Sé que hay Dominantes que marcan de alguna forma a sus sumisos, con tatuajes, piercings, collares, joyas… Mi marca es ese aro en el lugar más íntimo de su cuerpo, y en el que le produce tanto placer. Quiero que mi sumisa goce hasta cuando sufre.

Colocó una pequeña cadena en el aro. Acto seguido, sacó de su bolsillo un pequeño tubo de pasta dental de una reconocida marca que era famosa por la fuerza de su sabor altamente mentolado. Introdujo el tubo en la vagina de la joven y lo vació sin que esta se moviera. Luego se sintió correr el cinto por las presillas de su pantalón. Cuando lo tuvo en su mano, lo dobló al medio y lo hizo silbar en el aire.

Nadie contó los azotes, pero fueron muchos. En un momento, un líquido blancuzco y pastoso comenzó a salir de la vagina de jimena y a escurrirse por sus piernas.

-Bien Señores, parece que mi putita calentó motores –dijo con una sonrisa de satisfacción mientras sobaba las enrojecidas nalgas de la sumisa- Por ahora regresa a tu lugar hasta que te llame. Y cierra las piernas. No te atrevas a avergonzarme…
-Sí mi Señor –dijo mientras se retiraba con sus mejillas casi tan rojas como sus nalgas. Tomó la posición en silencio y bajó su cabeza.

Le siguió Pedro el grande, Amo que imponía su experiencia y presencia con su sola forma de pararse en la mitad de la escena. Muñido de varias cuerdas, le hizo una seña a su esclava; katriushka obedeció al instante.

-Desvístete rápido – le ordenó.

Apenas estuvo sin ropa, las sogas comenzaron a correr por las manos de Pedro como si fuesen extensiones de su piel. Con la misma facilidad y experiencia con que una araña tejería su tela, así este experto en Bondage hacía maravillas con los nudos.

Realizó a su esclava un bondage que era un placer visual. Una mezcla de nudos, cuerdas de diferentes colores y grosores, todo combinado de forma tal que resultaba delicioso de ver. La limitación de movimientos de la mujer era mínima en ese momento, pero lentamente comenzó a restringirle movilidad, dejando sus agujeros muy expuestos. Un gag en su boca era lo que faltaba para completar el espectáculo. Lo eligió de un tamaño algo más que mediano, y de color rojo.

Los brazos hacia atrás, unidos por medio de nudos y cuerdas a las piernas y pies. El largo cabello atado a una cuerda que hizo pasar por entre las piernas, logró sujetar fuertemente el dildo que introdujo en su vagina.

Al hacerle un suave bastinado, la mujer comenzó a moverse, haciendo que el dildo se introdujera aún más en su vagina.

-Señores, si alguno quiere utilizar a mi esclava, está a su disposición…

Dómina Anaís tomó su fusta y comenzó a azotar levemente los pezones de katriushka, que no tardaron en reaccionar. Fue en ese momento que Shamael tomó un plug, y lo acercó a la cara de la esclava. Ante los ojos casi desorbitados de la mujer, el veterano Amo comenzó a ponerle gel en la punta. Con excepción de Don Rodrigo y jimena, las otras tres parejas eran conocidas desde hacía tiempo, por lo tanto, sabían los gustos, preferencias y límites de los demás.

Shamael, con el plug en la mano, corrió la cuerda que estaba metida entre la separación de las nalgas. Fue en ese momento que Pedro obligó a su esclava a encorvarse aun más, para dejar más floja la cuerda. El plug comenzó a deslizarse dentro del ano con algo de dificultad. Al tener en la vagina el dildo, el espacio se había reducido. Lentamente, comenzó acomodarse hasta que se introdujo por completo.

No había pasado ni dos minutos, cuando los movimientos y contorsiones de katriushka aumentaron más de lo habitual. Pedro, pendiente de su esclava, no veía que ella utilizara el gesto acordado para parar la sesión. Se acercó y le preguntó: “¿Estás bien?”. Ella hizo un gesto afirmativo con la cabeza, pero continuó moviéndose. La risa de Shamael llamó la atención de Pedro.

-Déjala… es que cumpliendo la promesa que les hice en nuestra última reunión, agregué jugo de jengibre maduro al gel que puse en el plug. Creo que está comenzando a sentir los efectos de esa maravillosa raíz.

Pedro miró a su esclava y le quitó el gag, limpiando con un pañuelo inmaculado la baba que caía por su mentón. Tomó el rostro de su pareja entre sus manos y la besó con pasión. Mientras unían sus labios y lenguas, las manos del Dominante comenzaron a bajar hasta los pezones, los que comenzó a apretar, cada vez con más fuerza, hasta casi hacerla gritar de dolor.

Apoyada como estaba en su vientre la hizo girar, dejando sus partes íntimas frente a él. Con sumo cuidado retiró el dildo, y en su lugar colocó su pene, enorme y erecto, dentro del agujero tibio y húmedo de su pareja. La danza del sexo comenzó y las embestidas tomaron ritmo y fuerza, mientras que el jadeo acompañaba a ambos. Por cómo gritaron y se agitaron, los observadores llegaron a la conclusión que habían alcanzado juntos el momento máximo de placer. Pasados unos momentos, Pedro comenzó a desatar con cariño y celeridad a su compañera de escena. Una vez desatada, la masajeó con la seguridad que lo haría un experto.

En el rincón, kajirasumi esperaba su turno, excitada desde antes de comenzar con todo lo que había visto. Miraba cada paso, cada gesto, cada movimiento de su Amo esperando que fuera el indicador para que fuera a su encuentro.

Shamael se encaminó al centro de la habitación con sendas cuerdas en la mano. Miró a su kajira y con el dedo índice le indica que vaya al centro de la habitación. La mujer se levantó rápidamente y con la cabeza baja, se dirigió en dirección a su Amo y Señor. Otra seña fue suficiente para que se quitara la fina túnica que la cubría y quedara totalmente desnuda.

En el centro del recinto y con todos los ojos pendientes de ellos, Shamael comenzó por vendarle los ojos y luego empezar con la realización de un bondage en su kajira. Pasó la soga por el cuello y allí empezó los primeros pasos para hacerle un bondage de suspensión.

Debido al tamaño, altura y peso de la mujer, los nudos debían ser mucho más seguros y firmes que con otras esclavas. Las ataduras realizadas no eran una maravilla en cuanto a la estética, pero se veían firmes. Una vez finalizada la tarea, la ayudó a que se acostara en el piso, boca arriba. La posición era incómoda para soportarla, porque tenía los brazos y manos atados en la espalda. El Amo y anfitrión de la velada, se dirigió a un rincón de la habitación; kajirasumi oyó sus pasos alejarse y luego regresar. Sus oídos eran el único nexo que tenía la mujer con lo que sucedía en la estancia.

Las primeras gotas de cera hirviendo perforaron su piel, o al menos así lo sintió. Saltó en su lugar, más que por el dolor, por la sorpresa. La cera caía desde una altura que permitía que se fuera enfriando en su ruta al cuerpo de la kajira. A veces eran gotas, a veces eran pequeños chorros que se dispersaban en sus senos, estómago, ombligo y hasta en su sexo. Las ataduras estaban hechas de forma tal que dejaban libre la vagina y el ano, pasando por la cuerda por fuera de los labios exteriores, contra la entrepierna.

-Boca abajo kajirasumi, que esto aún no comenzó.

La kajira obedece. A sus oídos llegan el ruido de las cadenas y las poleas de suspensión, e imagina su futuro inmediato. Shamael toma el gancho de la polea central y lo coloca en la cintura, atando una cuerda a cada extremidad para repartir el peso de forma que quede en posición horizontal. Las piernas de kajirasumi quedan dobladas sobre sus nalgas y muy abiertas, y todo su cuerpo es subido hasta quedar suspendido a la altura de la cadera de su Señor.

El primer broche le fue colocado en el labio de la vagina, y el resto siguió el mismo camino. La presión se sentía y mucho, pero todo aquello era excitante. La mente de la kajira suspendida en el aire se concentró en la posición en la que se encontraba, observada por tantos ojos, con la presión de los broches en su vagina y los ojos vendados. Sintió correr un líquido que salía de su vagina y se resbalaba por su monte de Venus.

Sintió una fortísima presión en su pezón derecho e inmediatamente en el izquierdo. No pasaron demasiado segundos cuando apreció cómo le eran colocadas pequeñas pesas en la pinzas de sus pezones. Un nuevo efecto se unía a la cadena de estremecimientos que venía sintiendo con todo aquello que su Amo le hacía.

El balanceo que había logrado Shamael era perfecto. La mujer se balanceaba y todos sus encantos estaban totalmente a la vista, por lo que se sentía expuesta y excitada. Sintió la presencia de su Señor en medio de sus piernas y las manos, queridas y reconocibles entre miles, comenzaron a acariciarla. Recorrió su cuerpo y se detuvo en su ano, jugando con él, entrando y saliendo con los dedos por todos los agujeros y recodos.

Sólo pudo oir las risas por lo bajo. ¿Qué sucedería? Sintió algo no muy grueso pero húmedo y fibroso entrar en su vagina. A los pocos segundos comenzó el picor… No tenía manera de tocarse, ni de frotarse, ni de hacer nada. Cada momento que pasaba era más insoportable. Debía resistirlo por su Amo, después de todo era su kajira y no podía dejarlo mal, pero… cómo ardía.

Debió imaginarlo. Su Señor era un maestro en el arte del figging y ella conocía perfectamente su reacción ante esta raíz. Cada vez era más fuerte el deseo de ser penetrada. Al hacer tanto movimiento, el vaivén se hizo más fuerte, pero una mano firme la sostuvo. Una vez más reconoció a su Dueño, mientras se colocaba detrás de ella y comenzaba a penetrar su ano..

Los embates eran increíbles, la kajira no pesaba nada y toda la excitación no tardaría en rendir frutos si Shamael no lo hubiese parado.

-Alto. Te prohíbo expresamente que tengas un orgasmo. Aún no es el momento…

Tuvo que hacer un esfuerzo demasiado grande para poder aguantar el orgasmo. No podría…era… imposible…

-Piedad mi Señor… piedad –dijo kajirasumi casi en un susurro, mientras lograba controlar el orgasmo.

A su señal, los demás Amos se acercaron a la escena. Anaís, con el mismo corsé y otro dildo, se aproximó a la boca de la kajira, haciendo que lo chupara profundamente. Fue una humillación para la mujer suspendida de las cuerdas, que no se opuso en ningún momento. Nunca se le ocurriría desobedecer.

Un tímido Don Rodrigo se acercó en silencio, mientras que Shamael lo invitaba a hacer uso de su kajira. El enorme Amo se colocó detrás de kajirasumi, penetrándola sin demasiados miramientos. Tuvo que tomarla con fuerza de las caderas para que no se bamboleara tanto y poder gozarla mejor. Con cada embate, el dildo se introducía más en la boca de la sumisa. En tanto, el anfitrión y Pedro preparaban la segunda parte del castigo: el cepo.

Los orgasmos comenzaron a aparecer como una cascada en la kajira… no podía ni quería parar, eran demasiadas las situaciones vividas y una vez que comenzó con los orgasmos, no podía parar. Se sucedían uno tras otro mientras Don Rodrigo acompañaba a la joven en ese placer.

Una vez que hubieron calmado sus ansias, el anfitrión bajó a su kajira con la ayuda de Pedro, la desataron y sin darle respiro la llevaron al cepo. Las piernas aún le temblaban cuando fue colocada en él.

Tras el permiso de Shamael, Pedro el Grande se colocó detrás de la mujer, preparado para lo que vendría.

-Mi bella kajirasumi, llegó la hora de tu castigo. Cuando estabas suspendida te atreviste a pedir “piedad”. Dos veces. Es algo impropio en una kajira, y me avergonzaste. Parece que no aprendiste lo que te enseñé. Veremos si ahora te queda más claro.

Pedro el Grande se agachó y tomó con sus dedos el jengibre de la vagina, que estaba sumamente húmeda y algo inflamada. Con anterioridad, había tomado una paleta de las colgadas en la pared, poniéndose del lado derecho de la mujer, mientras que Shamael tomaba el lado izquierdo, con un temible gato de nueve colas fabricado en cuero crudo. Los azotes comenzaron a caer; las piernas de la joven temblaban, pero a pesar del dolor y las lágrimas, soportó estoicamente el duro castigo impuesto por su Amo.

Las nalgas estaban rojas y cruzadas por líneas profundas, de un rojo más fuerte. Shamael la sacó del cepo y la llevó al potro, donde la hizo colocarse con las piernas abiertas y el tronco del cuerpo encima del potro. Le quitó la venda y lo primero que vió kajiasumi fue… el rebenque.

Antes de comenzar a azotarla, su Amo, en cariñosa actitud, masajeó las nalgas de su kajira, de la cual se sentía tan orgulloso. Luego, comenzó a azotarla con aquel rebenque de lonja ancha. Los gestos de dolor femeninos eran un incentivo para el sádico Dominante, que gozaba el sufrimiento de su sumisa. Y fue allí que la poseyó sin límites, sin pensar que hubiese nadie alrededor, sintiéndola tan suya como era posible, penetrando su vagina y saciando su necesidad de sentirla de su pertenencia una vez más.

Cuando el dueño de casa sacó la vista y el pensamiento del cuerpo y las nalgas de kajirasumi, notó como sus invitados lo habían imitado.

Don Rodrigo ayudaba a su sumisa a saciar la picazón y las ganas de ser penetrada que le había dejado la fortísima crema dental, mientras la nalgueaba casi con desesperación.

Dómina Anaís había tomado a su esclavo y le estaba haciendo un espectacular facesitting, que ambos gozaban.

Pedro el Grande y katriushka gozaban las delicias de la cera mientras el Amo trataba de observar a lo lejos, el interior del armario con el instrumental médico.

Y así continuó la fantástica noche entre amigos…